
La chica se sumergió en el mundo de la ausencia, con el singular sabor que ésta tiene cuando resuena dentro de la cabeza. La ausencia penetró sordamente en sus venas y se filtró en su corazón, que cada día palpita a un ritmo distinto del de la víspera.
Los primeros días le provocó cólera; no de los demás, sino de los momentos robados, del tiempo que pasaba. La solapada ausencia, infiltrándose, modificaba sus emociones, las agudizaba, las afilaba, haciéndolas más cortantes. Al principio se hubiera dicho que su misión era herirla, pero, lejos de eso, la emoción mostraba su cara más refinada para razonar mejor dentro de ella.
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